CONTRA LA PREVENCIÓN: REFLEXIONES EN TORNO AL MENSAJE PERIODÍSTICO EN CUARENTENA

James Jonah Jameson (Spider-Man), editor de El Clarín (Daily Bugle), 
imaginando un título impactante para una portada

Como audiencia habitual de los medios masivos de televisión y radio, notamos que una de las primeras transformaciones rotundas que produjo el covid-19 fue en la programación habitual de los medios. Todo se infectó de coronavirus, encendiendo alarmas apocalípticas y teatralizando el conteo de morbi-mortalidad, un reduccionismo de las múltiples herramientas que provee la epidemiología como ciencia. Ocurrieron allí también los primeros decesos: programas de entretenimiento, culturales y otras “superficialidades” de la vida dejaron de existir en favor de una permanente carrera “informacionista”.

Como trabajadores de la Salud Mental, hace unos cuantos años, un grupo interdisciplinario intenta difundir salud desde una radio comunitaria que tiene estudios de transmisión (no-viral) dentro de un hospital conocido en la ciudad como “el psiquiátrico”. Amparados en las múltiples articulaciones y transversalidades entre salud mental, lazo social y discurso intentamos producir desde una emisora comunitaria una comunicación que integre las subjetividades y las voces tradicionalmente excluidas de los medios y de la sociedad en general. Somos advenedizos en asuntos de comunicación social, más de una década de construcción y producción nos han dado cierta idoneidad y un estilo propio que, sin intentar competir comercialmente, se fue definiendo hacia la búsqueda de claridad en otros mensajes. Pero no somos advenedizos en Salud, y en este aspecto, que la pandemia actual ha puesto en el tapete noticioso nos tomamos el atrevimiento de cuestionar modalidades comunicacionales de amplísima y cuasi-homogénea difusión.

Haremos hincapié en dos puntos en el que nos permitimos donar gratuitamente de nuestra experiencia a los trabajadores de los medios:
El primero, el uso y abuso del testimonio: argentinos que habitan las regiones más afectadas del mundo son entrevistados para contarnos como viven ellos la situación. Sus relatos, obviamente, están teñidos de sus temores, desesperación y angustias. Hace mucho que sabemos que ciertas manifestaciones subjetivas operan identificatoriamente, situación que se denomina por homologación imaginaria, contagio. No solo se contribuye inadvertidamente a desdibujar una representación más acorde a la realidad de lo que nosotros vivimos, sino que efectivamente se transmite un nivel de alarma emocional que niega el esfuerzo preventivo que hicimos (y hacemos) los argentinos precozmente. Mención aparte, los ciudadanos comunes se centran en una versión reduccionista de sus experiencias, esperaríamos del periodismo una contextualización de esas irrefutables referencias: las políticas en Salud Pública de esos países, los niveles de contaminación ambiental de las principales ciudades del mundo, condiciones demográficas, etc., todas causales del impacto de la pandemia.

En segundo lugar, cuando se entrevistan profesionales de la Salud Mental la inmensa mayoría de las veces se hacen preguntas con los supuestos imaginarios de los que parte el periodista. Las contorsiones discursivas del colega de turno son evidentes para intentar complejizar la cuestión tratando de abarcar en el tópico la mayor diversidad de situaciones subjetivas posibles. Cuando nunca le pedirían al mecánico de sus automóviles instrucciones para repararlos por cuenta propia, es frecuente que las preguntas tiendan a la recopilación, breve si fuera posible, de unos tips para “hacerlos en casa”. Las entrevistas están programadas –como casi todas– en 10 minutos, no más, y muchas veces se evidencia la frustración del conductor de turno ante la necesidad de demorar la continuación por falta de concluyentes sugerencias. En un menor número de casos, pero no infrecuentemente, el comunicador aprovecha para realizar una consulta personal de manera pública.

Freud decía que cuando hablaban matemáticos, ingenieros, médicos nadie osaba participar de esas conversaciones porque se les suponía un saber que la divulgación general no otorgaba. De las temáticas que aborda el psicoanálisis, y sumamos nosotros, la Salud Mental, todos tenemos experiencia porque son indisociables de la vida, entonces todos nos habilitamos a participar. Reiteramos que la participación de todos es fundamental para construir una Salud Pública, una democracia y una sociedad mejor. Pero la salud mental es un campo muy complejo, variado, heterogéneo, dinámico, transversal y “atravesado” que celebramos no se pueda resumir en algunos tips. La singularidad de cada universo humano es lo que impide (por fortuna) generalizar medidas pret-a-porter.

Podemos concluir que no se contribuye así con la prevención de la salud de la población. Que los comunicadores sociales forman parte de la interdisciplina de la Salud Mental y su rol en transmisión de calma y perspectivas realistas sería invaluable, aunque el mercado les enseñó a vender desde la apelación a emociones fuertes e irracionales, reconocidas con la tonalidad amarillista. La cautela de los especialistas, incluso médicos infectólogos, las descripciones optimistas o conciliadoras se encuentran muchas veces con las maniobras del entrevistador para extraer slogans simples, contundentes y “con punch” (onomatopeya en la que se puede escuchar un golpe).

Por supuesto, no podemos finalizar sin reconocer el esfuerzo de tantos otros por la investigación minuciosa de los hechos, la transmisión de una complejidad que no se deja subsumir en ideas simples, la búsqueda de lo humano detrás de cifras y datos. Nuestra tarea cotidiana es rescatar sus aportes para dialogar con ellos, ya que el caos produce en la trama psíquica de conocimientos y supuestos una desorganización que convoca al pensamiento para subsanarlas. Por eso te invitamos a seguir acompañando el ciclo “Letra Chica en cuarentena” para poder pensar lo que nos pasa. 



Mg. Marisa Mántaras